Wednesday 29 October 2025
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diariolibre.com - 1 days ago

Crónicas constitucionales desde el aula pública

El lunes 27 de octubre llegamos al Centro Educativo Ruddy María Comas, donde el aire de la tarde traía el sonido de los talleres y los murmullos del esfuerzo. Los estudiantes de quinto y sexto año nos esperaban con lápices y curiosidad, listos para una pregunta que resonó en todo el aula:¿De qué sirve trabajar tanto si no puedes vivir con dignidad?Las manos se alzaron con fuerza. Un joven respondió: “Sirve si el trabajo me permite ayudar a mi familia, no si me explota.” Otra estudiante, hija de una enfermera, dijo: “Mi mamá trabaja de noche y a veces ni duerme, pero ama lo que hace.” En esas frases, sencillas y verdaderas, estaba el sentido más profundo del derecho al trabajo: el trabajo como justicia en movimiento.Esta clase forma parte de la ruta nacional Constitución Viva para todos y todas, una estrategia del Defensor del Pueblo que cada semana conecta a miles de jóvenes de 40 centros educativos públicos en todo el país, combinando formación ciudadana y pedagogía constitucional.Iniciamos con el episodio 8 del programa audiovisual Constitución XT, que presentó el tema del Artículo 62 de la Constitución Dominicana: “El trabajo es un derecho, un deber y una función social que se ejerce con la protección y asistencia del Estado.”Leímos juntos el párrafo que habla de “empleo digno y remunerado”. Les pregunté: ¿Qué significa para ustedes trabajar con dignidad? Uno de los estudiantes, hijo de un obrero de la construcción, respondió sin titubear: “Que te respeten y te paguen lo justo.” Esa fue la clave para abrir el debate.https://resources.diariolibre.com/images/2025/10/27/whatsapp-image-2025-10-27-at-63450-pm-1-429b648b.jpegEstudiantes reflexionan sobre el trabajo como un derecho y no un privilegio. (FUENTE EXTERNA)Luego proyectamos escenas de la película Erin Brockovich (2000), que narra la historia real de una mujer sin estudios formales que enfrenta a una poderosa empresa contaminante para defender los derechos de su comunidad. “Ella no luchó por dinero —comentó una estudiante— sino por respeto.” Esa frase quedó escrita en el pizarrón, junto al artículo constitucional.La dinámica central de la jornada se tituló “Manos que construyen dignidad.” Cada estudiante dibujó sus manos abiertas en una hoja y escribió alrededor de ellas tres palabras que, para él o ella, definían el trabajo. Las más repetidas fueron “esfuerzo, esperanza y respeto.”Debajo, completaron la frase: “Cada mano que trabaja con justicia sostiene el peso de un país.” A continuación, analizamos el texto constitucional: derecho a un salario justo, igualdad entre mujeres y hombres, libertad sindical, seguridad social y formación profesional. Entendieron que estos no son términos jurídicos abstractos: son las condiciones mínimas para una vida con dignidad.Les compartí algunos datos recientes: uno de cada tres trabajadores dominicanos no tiene contrato formal, y el 48 % del empleo total se encuentra en la informalidad (Banco Central, 2024). “Cuando el trabajo no garantiza estabilidad ni derechos —les expliqué— el país se vuelve más desigual. La justicia social empieza cuando el esfuerzo se traduce en bienestar.”En grupos, redactaron un Manifiesto de Compromiso Estudiantil. Cada grupo debía iniciar con la frase: “Nos comprometemos a defender el trabajo como un derecho, no como un privilegio.” Las declaraciones que siguieron fueron conmovedoras: “Prometemos estudiar para que nadie nos diga que no servimos.” “Prometemos valorar a quienes trabajan con las manos.” “Prometemos no aceptar el abuso como algo normal.”La reflexión final giró en torno al pensamiento del médico y humanista Albert Schweitzer: “La humanidad tiene que dejar de vivir del sufrimiento de los demás.” Les pedí mirar sus propias manos y pensar cuántas historias cargan: las de sus padres, las de los trabajadores que levantan el país, las de quienes no se rinden aunque el salario no alcance.Nada de esto sería posible sin el equipo del Defensor del Pueblo, que acompaña con compromiso ético y vocación pedagógica cada jornada en las escuelas. Son servidores públicos que han entendido que defender derechos también es enseñar a construir justicia desde el aula.La clase terminó con un aplauso largo y cálido. Un estudiante, mirando sus palmas marcadas por el lápiz, dijo con voz firme: “Aquí está mi futuro, pero también el futuro del país.”Y tenía razón. Porque un país se levanta cuando todas sus manos pueden sostenerlo con orgullo.


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